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Cañón de Santa Elena: entre la protección  y la amenaza

4 de noviembre de 20224 de noviembre de 2022

El cañón de Santa Elena es una de las grandes maravillas naturales de Chihuahua y a pesar de que se encuentra en estatus de “zona protegida”, la presencia del ser humano y sus actividades se erigen como su mayor amenaza.

Con una superficie de 277 mil 209 hectáreas que se extienden entre los municipios de Manuel Benavides y Ojinaga, el Cañón fue declarado como zona protegida para la flora y la fauna el 7 de noviembre de 1994.

A casi tres décadas de dicha declaratoria, el área es afectada por diversos factores como son: la sobreexplotación de los pastizales a través de la ganadería extensiva y la sobrecarga de ganado así como el desmonte de áreas destinadas a nuevos cultivos.

Otra amenaza es el aprovechamiento minero, utilizando los materiales extraídos para las obras y servicios. También existe el contrabando hormiga, sobre todo de cactáceas, fósiles y otros elementos arqueológicos utilizados por los antiguos habitantes del lugar. Una amenaza a futuro es la actividad turística sin control.

El objetivo de la reserva es proteger al desierto chihuahuense, que alberga diversas especies de flora entre las que destacan el matorral desértico micrófilo, el matorral desértico rosetófilo, el pastizal, el bosque de encino y la vegetación riparia.

En lo que compete a la fauna, las especies más comunes son aves y mamíferos que se han adaptado a la aridez, como el gato montés y algunos venados.

El Cañón de Santa Elena se encuentra en el noreste del estado, limitado al norte por el Río Bravo y al este por Coahuila. El 80 por ciento de la reserva se ubica en los municipios de Manuel Benavides y Ojinaga. Abarca una franja de treinta kilómetros de ancho por cien kilómetros de largo, extendiéndose de este a oeste. Tiene una altura sobre el nivel del mar que va desde los setecientos hasta los dos mil cuatrocientos metros, en la parte más alta.

En el área existen diversas especies, de las cuáles setenta y nueve están protegidas. Trece de estas son de flora, en su mayoría cactáceas, mientras que las sesenta y seis restantes son de fauna como el oso negro, águila real, halcón peregrino y castor.

La vegetación está compuesta por matorral desértico, pastizales, bosque de encino, guamis, Mariola, cenixo y guayacán, además de mezquite, gatuños y huizaches. En la región se desarrolla una vegetación resetófila, la cual se constituye de lechugilla, sotol y diversas especies de cactáceas. Además, existe una vegetación ribereña constituida por álamos y sauces.

En el matorral desértico micrófilo se pueden encontrar especies como guamis, hojasén, mezquite, ocotillo y junco, entre otras. En el matorral desértico rosetófilo se pueden encontrar especies como palma, lechuguilla y maguey.

La fauna de la región está compuesta por aves y mamíferos que se han adaptado a la aridez. Entre las especies que habitan el área se encuentran la liebre de cola negra, lince rojo, venado cola blanca, venado bura, pecarí de collar, palomas, patos y coyotes. También hay aves rapaces, como el halcón peregrino y el águila real. Además se destaca la presencia de aves canoras y de ornato, de castores y de varias especies de peces.

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