El Jardín de las Mariposas
“Las mariposas reales podían irse volando, las del jardinero solo podían caer”
¿Qué puede esperarse cuando, a excepción de la luz de la luna que se filtra por un techo de cristal, todo está completamente oscuro?
La respuesta de Maya es “nada” porque el sitio en el que se encuentra es una cueva donde no hay ilusión ni posibilidad de cualquier cosa, sólo rocas y agua; sin embargo, es lo mejor de ese lugar.
Así describe la protagonista de “El Jardín de las Mariposas”, novela de la autora estadounidense Dot Hutchinson, el espacio donde permaneció cautiva durante años en compañía de otras jóvenes -en su mayoría menores de edad- y bajo la vigilancia continua de “El jardinero”.
La joven escritora Hutchinson nos entrega una historia escalofriante sobre un sujeto millonario, poderoso, filántropo, interesado en las artes y respetable hombre de familia, que cuida a su esposa enferma en una mansión campestre aislada del ajetreo citadino.
En dicha propiedad, a pocos metros de la casa principal hay un enorme invernadero que contiene otro en su interior (como muñeca rusa) donde oculta una terrible cotidianidad para niñas y adolescentes secuestradas por ese hombre con el único fin de conformar un harem personal.
El jardinero dedica la mayor parte de su tiempo al cuidado del jardín, construido con esmero y paciencia, y que a lo largo de 30 años ha sido el escondite perfecto para retener a decenas de jovencitas que usa para satisfacción personal.
No se trata solo del secuestro y abuso sexual continuo, las víctimas son encerradas en ese espacio, a la vista de todos y al mismo tiempo de nadie, donde él se encarga de borrar los recuerdos del exterior pero también de desaparecer de la faz de la tierra cualquier rastro que de ellas pudiera quedar en las calles con el fin de que las búsquedas sean infructuosas y con el paso del tiempo, el mundo las olvide.
Acostumbrarlas a una nueva forma de vida en el jardín es la meta del coleccionista de “mariposas humanas”, en cuyos cuerpos tatúa alas coloridas que identifican a cada una de sus víctimas.
Maya fue la única de aquella larga lista de mujeres que nunca lloró. Ni siquiera en los peores momentos. Aprendió a sobreponerse de las agresiones hasta convertirse en una sobreviviente del secuestro, la agresión física y la obsesión de un sociópata.
Aprendió también a conocer el funcionamiento de la mente enferma que parecía “adorar” a las jóvenes pero las asesinaba sin recato alguno cuando estas llegaban a la mayoría de edad. Luego, exponía sus cuerpos en vitrinas cual si fueran trofeos.
“El jardín apestaba a desesperanza tras la muerte de Evita”, dice Maya ante los agentes del FBI tras el rescate que se da al suscitarse un incendio en el invernadero.
Ellos quieren conocer la historia porque es la sobreviviente más fuerte; ella no quiere hablar porque hay demasiado peso acumulado en su interior.
“Pero si la desesperanza se ha ido en la noche, o en el día, o en ninguno, ¿es por ello menor la partida? Todo lo que vemos o imaginamos no es más que un sueño dentro de un sueño”, reflexiona la protagonista cuando, al cumplir un año y medio en cautiverio se enfrenta a uno de los episodios más duros de su estancia en ese lugar.
Los libros de Edgar Allan Poe son la tabla de salvación, la brújula que mantiene su mente en la dirección correcta mientras aprende y recita de memoria los versos, para desprenderse de su cuerpo cada vez que es atacada, castigada, marcada como un animal.
Los versos quedan atrás y la prosa de Poe llega cuando el horror sube de nivel. Lo que para Maya inició como una distracción en aquellas interminables horas en el encierro, acaba convirtiéndose en una costumbre ante los embates psicópatas que pasan del padre a los hijos.
La conducta sociópata es un trastorno de la personalidad antisocial, una enfermedad mental en la cual una persona no demuestra discernimiento entre el bien y el mal e ignora los derechos y sentimientos de los demás. Las personas que lo padecen tienden a hacer enojar o molestar a los demás de forma intencional y manipulan o tratan a los demás con crueldad o indiferencia. No sienten remordimiento o no se arrepienten de su comportamiento. (Mayo Clinic Family Health Book 5.ª edición)
Además, suelen violar la ley y convertirse en delincuentes. Pueden mentir, comportarse violenta o impulsivamente y tener problemas con el consumo de drogas ilícitas y alcohol.
El jardinero drogaba a sus víctimas, las manipulaba física y emocionalmente acorde a sus propios intereses.
Datos publicados por la Red de Derechos de la Infancia y Adolescencia en México (Redim) destacan que en México, uno de cada 10 secuestros registrados en el lapso de enero de 2015 a enero de 2023 ha tenido como víctimas a niñas, niños y adolescentes. Uno de cada tres secuestros de personas de entre 0 y 17 años registrados en México durante esas fechas correspondió a mujeres (35.2%).
En dicho periodo, los secuestros de menores de edad se han concentrado en el Estado de México (20.4%), Veracruz (12.9%) y Tabasco (7.6%), entidades donde se han reportado dos de cada cinco secuestros de este grupo de la población.
En Estados Unidos, según información de la Asociación Civil Expediente Rojo con base en datos de Unicef y el FBI, cada 40 segundos se pierde un menor de edad lo que significa más de 2.100 por día y 800.000 niños cada año. Además, se estima que el 53 por ciento de todos los casos de secuestros tiene un final trágico, situación que en la mayoría de las veces (44%) puede darse durante la primera hora.
Maya y el resto de las víctimas del jardinero son un reflejo de lo que ocurre en la realidad mundial, donde un parpadeo puede convertirse en el antes y después de una vida que muta en cuenta regresiva hasta los 21 años.
“…Solo ten cuidado con la esperanza. Un poco está bien. Demasiada te paralizará”.

