Taller
Por Jesús Chávez Marín
- Taller
Allá por los años setenta, Cástulo Gómez empezó a ir al Taller Literario de Mario Arras, el único que había en ese entonces en Chihuahua, y comenzó a escribir con entusiasmo poemas a lo tarugo y cuentos tremebundos.
También le trajo al maestro cinco kilos de fojas escritas a mano. Con gran orgullo exclamó:
―Arquitecto, aquí le traigo mis obras completas, deles una leidita, a ver qué le parecen.
Arras no movió ni un músculo de la cara, como buen político y jugador de pokar que era, pero sintió un escalofrío. Muy amable respondió con su habitual cortesía:
―Cástulo, es un gran honor que me traigas los frutos de tu literatura, pero la verdad no tengo tiempo de leer tanta mamada ―bueno, así no dijo, pero lo dio a entender, devolviéndole su memotreto al hondero entusiasta. Pero este insistió:
―No, profe. Lo que yo quiero es publicar mis escritos, ¿cómo ve?
―Vete con calma, hombre. Primero avanza en el Taller, vas bien, pero llévatela tranquilo.
Pero a Cástulo Gómez le había entrado fuerte la calentura de la literatura y como tenía un yerno que era secretario de Gobierno, en menos de tres meses le imprimieron en los Talleres Gráficos del Estado mil ejemplares de su primer libro, que lleva por título Allá andaba, pero ya vine.
Con las influencias del caso apartó fecha en el Salón Rojo de Palacio y escogió como presentadores a tres distinguidas personas: el joven escritor Ernesto Visconti, que aceptó encantado; don Panchito Ontiveros, que le cobró una corta feria, y su maestro de Taller Literario, el arquitecto Mario Arras, quien lo bateó amigablemente:
―Cómo me puede, Cástulo, ese día voy a andar fuera de la ciudad.
Y anduvo, Arras era incapaz de mentir.
- El yugo
Te cuidaré, dijo él, posesivo; ella quedó prisionera. Te cuidaré, dijo otra a otro; con los años, este olvidaba respirar si ella no estaba.
- La soberbia
Estridente la soberbia, incendio de un instante y luego íntima derrota, silenciosa.
- Un eco cercano
Al interior de tu mirada llego cada vez que despunta el alba, unas sombras dibujan la silueta de las palabras que te escribo.
- Topolobampo
Había un escritor angustiado por la fama, la que creía tener y la que otros tenían. Calculaba los niveles de cada cual y protagonizaba algunos actos culturales para sentir el ambiente. Pero nadie lo entrevistaba, ni le consultaban cosas, ni salía en la tele. Sus libros eran muy malos. Y los lectores, escasos y selectivos.
- Inteligencia artesanal
―Ya dejen el Nintendo, voy a llevarlos por una nieve al Supercoldy.
―Claro que no, abuela. El nintendo ya ni existe y esa es pura manteca con azúcar, tiene un millón de calorías.
Foto: Pedro Chacón
