Leonides
Por Jesús Chávez Marín
- Leonides
De chicos mis primos, mi hermano Pablo y yo vendíamos cuajadas, una especie de queso casi líquido que Leonides preparaba con leche de chiva.
Supongo que las cocinaba con una receta que era de ella, porque en sesenta años no he vuelto a ver ese tipo de quesos, que eran deliciosos.
Leonides era la abuelita de Chumel, mi primo, una mujer muy hermosa, alta, espigada, muy seria.
Su esposo Manuel Lara era pastor de chivas, tenía un montón, y muy temprano las llevaba a pastar por el valle del Cerro Grande, regresaba en la tardecita y las metía en los corrales que tenía cerca de su casa.
No me acuerdo si Leonides nos pagaba comisión por las ventas, y me alegra saber que para nosotros los niños eso no importaba, pero sí nos daba cuajadas para comer nosotros y para llevar a la casa.
Nos gustaba mucho la alegría hermosa con la que mi mamá nos recibía tan delicioso regalo.
- Las ventas
Dice un meme que el libro más costoso del mundo se vende en 153 millones de euros.
Su autor, Alexander Hartmann, pretendía abarcar y dar respuesta a las tres preguntas fundamentales: ¿Quiénes somos? ¿De dónde venimos? ¿Hacia dónde vamos?
El libro, titulado La Tarea, se imprimió en un solo ejemplar y tardó 30 años en ser escrito.
Mis libros cuestan 80 pesos y se plantean las mismas tres preguntas.
Y tienen muy escasas ventas.
Me lleva la chingada.
- Platicar con Beatriz Amelia Domínguez
―Siempre qué heroísmo el de los Niños Héroes de Chapultepec, señora. Y tan jovencitos. Uno de ellos se enredó en la bandera y se tiró.
Ella responde, muy quitada de la pena:
―Ni crea. A esos los aventaron.
- La sonrisa
Haikú: una hojita de otoño que cae al suelo y sonríe.
- Enrique Servín me platicó esto
Era la mesa Cuatro, nos tocó leer en la secundaria de uno de esos poblados a los alrededores de Parral, grupos de tercero.
La poeta: En los alaridos bermellón de la esfera profunda;
el cuentista: Y entonces llegaron los taciturnos hombres de aquellos terregales;
el filósofo hermético: Porque la flama del éter cintila en el plexo, y así.
Al final, la conductora del panel, una profesora de allá:
A ver, muchachos, hagan sus comentarios.
Silencio sepulcral.
Murmullos impacientes.
―Ándenles, aprovechen que están aquí estos escritores que vinieron desde tan lejos, ¿en qué quedamos? Levanten la mano, participen. A ver tú, Gladys Margarita, que eres tan aplicada. Pregúntales algo.
Gladys Margarita se pone de pie, entre tímida y enojada, y nos dice:
―Ustedes que ya han vivido todo esto, que han estudiado y tienen experiencia, díganos qué tenemos que hacer en la vida para no terminar como ustedes.
Foto: Pedro Chacón
