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Estrella de David ligada a feminicidios

6 de abril de 20236 de abril de 2023

-Asesinatos cometidos entre 2001 y 2003 tienen similitudes con el caso de Esperanza Chaparro registrado en 2014.
-Las víctimas fueron dejadas en sitios inhóspitos, el homicida busca retrasar el hallazgo y la identificación: experta.
-Estrella de David puede tener connotación religiosa o satánica: historiador.

S. Ochoa

Chihuahua, Chih.- Personajes de la vida pública y/o política de Chihuahua reconocidos a inicios del presente siglo, podrían estar involucrados en la desaparición y muerte de jovencitas chihuahuenses cuyos casos presentan similitudes y que, según los especialistas, tienen que ver con la relación y prácticas que dichos personajes habrían tenido con una agrupación asentada en el sector de la sierra de Nombre de Dios, donde aún yace una estrella de David. Esa estrella, dicen historiadores, puede tener un significado meramente religioso aunque hay quienes encuentran en ella una imagen asociado a las prácticas satánicas.
La Fiscalía Especializada de la Mujer –FEM- investiga por lo menos siete feminicidios cometidos entre 2001 y 2003 que tienen analogías con el caso de Esperanza Chaparro –asesinada en 2014- y en los que podrían estar envueltas personas públicas.

Las muertes de Rosalba, Yesenia, Julieta Marlene y Minerva Teresa ocurrieron entre el 24 de febrero y 13 de marzo de 2001, mientras que Norma Angélica desapareció en 2002, Diana Jazmín en 2003 al igual que Viviana Rayas. Once años después, en 2014, murió Esperanza cuya desaparición y hallazgo tuvo similitudes con las víctimas de inicios de siglo y que fueron detectadas por los investigadores.

“En el 2001 tenemos 4 jovencitas desaparecidas en casos prácticamente consecutivos: el 24 de febrero fue Rosalba, el 26 de febrero fue Yesenia, el 7 de marzo Julieta Marlene y el 13 de marzo fue Minerva Teresa. Posteriormente, en 2002 y 2003 desaparecieron Norma Angélica, Diana Jazmín y Viviana respectivamente”, explica Rocío Aguilar -abogada y antropóloga- investigadora de la FEM.

Aguilar, quien cursa además un doctorado en ciencias forenses, indica que existen elementos que dan pie para relacionar los casos que pudieran encuadrar en la trata de personas –no muy visibilizada en ese tiempo- pero también la actuación delincuencial bajo la protección de personajes políticos.

“Hay circunstancias que nos permiten vincular los casos de manera legal, las investigaciones nos han llevado hasta allí. No se trata de un caso aislado, es un fenómeno que se ha estudiado de esa manera. Todas tenían una edad similar, excepto Neyra, eran físicamente parecidas aunque hay que aclarar que no se trata de un asesino serial. Sin embargo, las condiciones que se daban en la época eran el entorno del crimen organizado, la trata de personas que aún no era muy visible y la protección de personas que estaban en puestos tanto políticos como de autoridad”.

Como parte de la investigación, se ha llegado hasta la “estrella de David” ubicada en la cordillera de Nombre de Dios a un costado del río Sacramento. En este punto, donde solo quedan ruinas de antiguas construcciones de piedra y adobe –en algunas partes reforzadas con ladrillo y block-, destaca la estrella de seis picos dibujada en el suelo con losetas de color azul en lo que sería una media luna y que a decir del historiador Edelmiro Ponce de León, una imagen con estas características puede tener una connotación religiosa relacionada con la historia del judaísmo o hay quienes le dan otra interpretación, apegada a prácticas de satanismo.

Dicho sitio –según la fiscalía- tendría conexión con el entorno de los personajes públicos presuntamente involucrados en los feminicidios ya que –aparentemente- estarían ligados a costumbres religiosas de quienes se asentaron allí.
Información que yace en el expediente, establece que a principios de los ochentas habría llegado al citado punto, un grupo “familiar” que por sus creencias pretendía vivir alejado de la sociedad y colocaron la estrella que a la fecha permanece aunque a ras de suelo es difícil apreciarla en su totalidad debido a las ramas.

“Se tiene el registro de esas familias que por sus creencias colocaron la estrella, con un significado bíblico. Eran personas provenientes de distintos puntos del país y se instalaron en ese lugar hasta 1993, cuando, tras tener problemas con una empresa cercana, se marcharon. Dejaron todo prácticamente abandonado. A partir de ese momento la finca fue utilizada para diversas cosas, desde ir a vaguear hasta situaciones raras que se vieron, como una ocasión que se detectó una serie de antorchas encendidas en ese punto”.

Aguilar señala que aunque no se tienen datos de que las víctimas hayan estado allí, sí se puede presumir que los posibles involucrados estuvieran vinculados con el referido grupo familiar, que por cuestiones de secrecía no es posible mencionar.

“Es por eso que se ha investigado estos lugares que son parte del entorno de esas personas que estamos investigando. No tenemos datos de que las jovencitas hayan estado aquí, sin embargo en la investigación del entorno de esas personas que estuvieron implicadas de una u otra manera -tanto en la desaparición como en el hallazgo de los cuerpos- sí aparece, entonces se investiga este tipo de detalles. Hay elementos para ligar a personajes contemporáneos del 2000 -políticos y autoridades- que en algún momento tuvieron alguna relación con las personas que se asentaron aquí. La investigación va encaminada más que nada a obtener la verdad. Después de 20 años que no se ha logrado dar con un responsable ya no se aspira a la justicia sino a la verdad”, dice.

Pero ¿cuáles son las similitudes entre los casos? Y más allá de que el o los asesinos no quieran ser descubiertos ¿qué pretenden al dejar a las víctimas en sitios inhóspitos? La respuesta dice la abogada es, retrasar el mayor tiempo posible la identificación de la misma.

“El sitio donde desaparecieron, en el centro de la ciudad; el hallazgo en lugares muy alejados, de difícil acceso, donde no cualquiera puede ir son semejanzas. Lo que nos dice es que alguien que conocía el lugar depositó el cuerpo de la víctima allí, porque hay mucho espacio para deshacerse de un cuerpo sin tener que caminar tanto o tomarse tantas molestias. En el caso de Esperanza al igual que en los asuntos antiguos, la dejaron en un punto muy alejado. En cuanto al homicida, no necesariamente es que no quiera que lo descubran, lo que buscan es ocultar la identidad de la víctima más que el temor a ser descubiertos, que sea más complicado dar con el paradero, dificultar el hecho de que sean identificadas porque entre más tiempo pase será peor debido al proceso de descomposición de los cuerpos”.

Entonces ¿cuál sería el motivo para buscar retrasar la identificación?


“Pudiera ser que se trate de que haya una relación víctima-victimario o bien, pudiera ser que se trate de alguna autoridad o persona con interés político que no quiera que se descubran las muertes de mujeres. Pudieran ser muchas cosas”, indica.
Tras el asesinato de Esperanza Chaparro, desaparecida el 26 de enero de 2014 y localizada el 2 de marzo de ese mismo año, los feminicidios no han parado aunque, a decir de la FEM, no con las características de los crímenes mencionados. El crimen también evoluciona.

“Sí ha habido asuntos muy feos, casos de jóvenes desaparecidas en el centro y que después han sido localizadas sin vida pero no con las características de las otras. Esperanza por ejemplo, era una jovencita con un entorno que podríamos llamar tranquilo y que incluía su casa, escuela, iglesia; no pasaba noches fuera de su vivienda. Ahora es diferente”.

La investigación en torno a un feminicidio, dice la abogada, no tiene un tiempo promedio para concluirse debido a que cada una tiene particularidades, además de que hay obstáculos que deben sortearse en el proceso.

“Cada caso es distinto aunque podamos encontrar puntos en común dentro de las investigaciones. Cada una debe hacerse de manera muy objetiva y nos topamos con muchos obstáculos: la falta de recursos por ejemplo, la capacitación, no es lo mismo investigar un caso reciente que uno de hace dos décadas. Ahorita investigamos sobre algo y puede ser muy fácil criticar que no se hicieron ciertas cosas pero en aquella época no existían, o si existían no se tenían las herramientas para hacerlo y es muy complicado retomar algo que no se hizo, por poner solo un ejemplo: el ADN, si una prueba no se conserva de manera adecuada, no se podrá procesar”.

Otro obstáculo que deben librar lo constituyen los órganos impartidores de justicia que no visualizan ni el feminicidio ni las cuestiones de género, y que a decir de la abogada Aguilar, carecen de capacitación en el tema.

“Hemos tenido asesinatos por razones de género que son evidentes y aun así se niegan a verlo como tal. En algunos asuntos hemos llevado al responsable al tribunal pero allí nos han dicho que no se trata de un asunto de género y lo absuelven.

En abril de 2013, la Fiscalía General del Estado llevó a cabo un operativo que involucró a más de 160 elementos, incluidos investigadores de la Unidad de Feminicidios, quienes “peinaron” los llamados Picos de la Luna en busca de osamentas humanas. La actividad fue coordinada por Ernesto Jáuregui el entonces titular de la Fiscalía responsable de investigar los delitos de género.

En ese momento, poco menos de un año antes de que desapareciera Esperanza Chaparro, la fiscalía aseguró que la búsqueda se realizaría en todo el oriente de la ciudad y se incluiría la sierra de nombre de dios, donde años atrás se habían encontrado restos humanos. El rastreo era parte de la investigación en busca de jovencitas con reporte de desaparición. No hubo resultados.

En 2003 en «Los cuernos de la luna» fue localizado el cuerpo de Neyra Azucena Cervantes, una joven de 20 años que desapareció tras salir de la escuela de computación ERA que se encontraba en el Centro de la ciudad. Su familia ya había pasado tres meses buscándola.
Previo a ello, el 13 de marzo de 2001, Minerva Teresa Torres Albendaño de 18 años, salió de su casa. Iba a conseguir trabajo y tomó rumbo hacia el Centro de la ciudad. Nunca volvió. Fue localizada en el mismo sector.

Vecinos y excursionistas de la mencionada sierra, hablan sobre la existencia de algunas cuevas, a primera vista deshabitadas, pero que cruzan hasta los basureros municipales y están ambas muy cerca de las grutas de Nombre de Dios. También mencionan la existencia de la Cueva de la Muerte, donde aseguran que en diversas ocasiones han hallado rastros de lo que parece alguna ceremonia o ritual.

El escritor y cronista Oscar Viramontes, dice que no se tiene registro de prácticas de este tipo en ese lugar además de que quienes realizan actividades “espiritistas o satánicas” son “reservados” en cuanto a las mismas. Mientras tanto, en el imaginario colectivo permea la idea de que las sectas operan en la ciudad aunque quizá no de la misma forma que hace veinte años.

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