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Cementerio: reflejo de la condición humana

17 de marzo de 202517 de marzo de 2025

Violencia de género, bioética y filosofía

Salud Ochoa

La serie turca “Cementerio”, protagonizada por la actriz Birce Akalay, ha sido catalogada como un éxito comercial posicionándose entre lo más buscado en la plataforma Netflix.

El tema principal de la producción son los feminicidios y la violencia contra las mujeres. La trama general aborda la vida de la capitana Onem Ozulku (Akalay) quien llega a la policía investigadora de Estambul para atender e investigar los asesinatos de mujeres que a diario se presentan e incrementan exponencialmente.

Onem es recibida con poco entusiasmo y lanzada de inmediato al sótano de la fiscalía donde yacen cientos de expedientes de casos sin resolver. Le llaman “Cementerio” porque la historia de las muertas está enterrada allí y los vivos que intentan desentrañar el misterio, pasan largas horas bajo tierra.

Cada capítulo es un caso distinto que la Capitana Onem y su equipo de especialistas debe resolver, encontrar al agresor y establecer de forma clara, precisa y contundente la culpabilidad del mismo.

Hasta allí, todo parece similar a las series criminales de la televisión estadounidense, que abordan de manera trillada el tema de la violencia contra las mujeres, niñas y adolescentes.

Sin embargo, hay en Cementerio, situaciones que enfrentan a los personajes a dilemas bioéticos y filosóficos que necesariamente llevan a la reflexión.

Quizá allí está la diferencia con otras series.

En el episodio titulado “Bella Dona”, Aycan Ozata, una médica especialista en hematología aparece muerta en el hospital donde trabaja, por lo que el equipo de la capitana Onem es puesto a prueba de nueva cuenta.

De primera instancia se cree que el asesino es un adolescente de 17 años que atacó a la víctima con un cuchillo causándole la muerte. El joven es hijo de una paciente con cáncer que la doctora Ozata atendió en algún punto de su enfermedad.

Hay un motivo.

Sin embargo, la solución no es tan sencilla. El equipo de investigadores continúa las indagatorias y en ese proceso se encuentran con el marido de Aycan que la engañaba con una mujer más joven, empleada del mismo hospital.

Un seguro de vida se convierte en una posible motivación para el asesinato.

La investigación sobre la tercera en discordia lleva hasta un gurú espiritual fraudulento, Mehmet Duman, quien falsifica diagnósticos para lucrar con pacientes falsos.

Mehmet en algún momento debatió públicamente con Aycan, sobre la eficacia de dichos recursos para atender la salud de las personas.

En ese punto de la narrativa, aparece en escena una madre con su hija enferma, que yace en silla de ruedas desde que tenía 3 años de edad. La madre acude con el charlatán porque asegura que sus tratamientos han logrado cierta mejoría en la menor de edad.

Desde el inicio, la historia plantea la existencia de un sistema de salud público inoperante y agresivo para quien carece de recursos económicos.

“No teníamos dinero por eso no querían atender a mi madre”, dice el chico acusado de asesinar a Aycan, mientras narra el peregrinar por múltiples hospitales.

La carencia de servicios de salud accesibles para todos, parece una constante mundial.

Conforme avanza el relato, los dilemas bioéticos, filosóficos y la lucha de la ciencia con la pseudociencia, se hacen presentes en cada paso de la investigación y en cada descubrimiento.

El espectador se encuentra –y quizá se identifica- con el hecho de que, ante la presencia de enfermedades, las personas hacen lo que sea necesario para encontrar la solución a trastornos hasta ahora irremediables como el cáncer.

Se buscan curas milagrosas, se acude a la herbolaria, a los imanes, a la aromaterapia, a la energía positiva y a todo aquello que signifique una posibilidad para seguir viviendo.

Quieren creer que pueden vencer al enemigo desconocido que poco a poco les roba la vida.

En esa búsqueda es común, y sencillo, caer en manos charlatanas que aprovechan la desesperación de las personas enfermas, para vender cualquier mentira como si esta fuera la verdad absoluta, y peor aún, como si fuera la socorrida solución.

Se convierten en víctimas por ignorancia lo que permite a los charlatanes actuar con entera libertad. Ponen su vida en esas manos suaves y millonarias gracias a la venta de expectativas, sin medir el riesgo que su vida corre.

Es condición humana buscar el bienestar familiar y personal, tal vez por ello el público se identifica con los personajes, las situaciones y las acciones lo que deriva en el éxito de la serie.

En ese entramado, se halla también el trastorno conocido como síndrome de Munchausen, una enfermedad mental y una forma de maltrato infantil, que consiste en que el cuidador del niño, inventa síntomas falsos o provoca síntomas reales para que parezca que el menor de edad está enfermo.

El cuidador se vuelve “necesario” para el enfermo que no presenta mejoría con nada y lucra con ello.

Ese es otro tipo de violencia, otro tipo de conflicto, otro delito.

Así pues, la capitana Onem y su equipo de especialistas, recorren las calles de Turquía, los hospitales, residencias de lujo y barrios de pobreza extrema, para mostrar al espectador la condición humana, las carencias que ponen en riesgo la vida, el desinterés de la autoridad por el bien colectivo, la vulnerabilidad de algunos y la hostilidad de otros que se manifiesta a través del ataque silencioso, la mentira, la usurpación, el asesinato y la venta de falsas esperanzas.

Esto último es quizá peor que la muerte.

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