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El reto de la página en blanco

31 de agosto de 202431 de agosto de 2024

Escribir: un acto de fe y de rebeldía

Salud Ochoa

Escribir es un acto de rebeldía. Es la posibilidad de mostrar a través del lenguaje todo aquello que te hace un ser humano, pero también, a través de la palabra se expresan sentimientos, emociones e ideas; se atrapan contextos y se interpretan realidades por momentos avasallantes.

El poder de la escritura es tan grande como la posibilidad de imaginar y crear mundos distintos; de señalar violencias, desenmascarar falsos profetas, moldear conciencias y derribar dictaduras.

Qué sería de la literatura sin Juan Rulfo, Emile Zola o García Márquez. Qué sería de la literatura sin Emily Brontë, Ernest Hemingway, Gabriela Mistral y Rosario Castellanos. Que sería de los libros sin Benedetti o sin Sabines, sin la lucha y la pasión de ellos –y los otros- por hablar de la sociedad y el momento histórico que les tocó vivir con todo los defectos y virtudes que implican las creaciones humanas.

Qué será de nosotros que aun sabiendo leer y escribir, pocas veces leemos y escribimos.

Escribir es un acto de fe. Un salto al vacío que dan todos aquellos que se atreven a plasmar en una página en blanco, lo que sienten, lo que creen y lo que piensan. Nunca saben lo que encontrarán después de que lo escrito se haya publicado en un libro, una revista, un periódico o en la red.

El hallazgo puede ser una experiencia devastadora, terrible; o quizá una experiencia de altísimo valor.

Escribir va más allá de un simple gusto o “hobby” como algunos le llaman, es un vicio que deambula lento por los rincones y las oquedades cerebrales, pero también del alma.

Escribimos para innovar o darle rienda suelta a la creatividad que nos arrolla como un tren en movimiento.

Escribimos porque queremos vivir a través del otro lo que a veces no es posible experimentar en primera persona.

Escribimos para decir todo aquello que con palabras no podemos expresar; para manifestar amores y a veces odios.

Escribimos para llorar las lágrimas incomprendidas, los rechazos pendientes y los desapegos; para volar a veces a través de las letras y encontrar sitios donde el mundo y nosotros seamos diferentes.

Escribimos desde el interior en un grito desesperado por auxilio, para pedir perdón o exigir justicia.

Escribimos para borrar el sabor de los besos prohibidos o para remarcar los recuerdos de los imposibles.

Escribimos para dejar de temerle a los monstruos que nos acechan, a las culpas y los reclamos; a las tristezas, los silencios y los abandonos.

Escribimos para decirle al mundo que no existe un color blanco perfecto, pero tampoco un negro impenetrable; hay tonalidades de luz y oscuridad y niveles de capacidad para percibir ambas.

Escribimos porque al hacerlo, el corazón late más rápido, la respiración se agita, las pupilas se dilatan y los poros de la piel se tornan receptivos al entorno que nos invade con la fuerza de un ejército armado.

Escribimos porque al hacerlo nos sentimos vivos.

La página en blanco es un reto, es un acto de fe, pero ante todo es un acto de rebeldía.

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