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La ausencia no se cura, es una muerte lenta

26 de julio de 2022

Cuatro mil trescientos ochenta días sin Pamela

El 25 de julio de 2010 podría ser una fecha como cualquier otra. Para la familia Hernández Portillo, es una fractura que marcó un antes y un después en su vida: ese día, Pamela se convirtió en otra víctima de desaparición forzada.

Doce años más tarde de aquella fatídica noche en que la joven de entonces 22 años se esfumó, su madre y sus dos hijas, continúan esperando a que un día cualquiera ella regrese a casa y con ello, paliar el dolor que en este tiempo no ha dado tregua, porque la ausencia es grande y no se cura, se convierte en una muerte lenta para el que espera.

El pasado 25 de junio, tras el asesinato de los dos sacerdotes jesuitas ocurrido en la comunidad serrana de Cerocahui, la familia de Pamela acudió a la iglesia del Sagrado Corazón de Jesús, donde la feligresía y el gremio religioso se dieron cita para despedir a los clérigos y lanzar una exigencia de justicia.

Allí, portaron una lona con el rostro de Pamela y una súplica para que la búsqueda no se detenga, para que su nombre no se olvide ni se pierda en la estadística oficial.

“Mi madre y mis hijas vienen a esta iglesia y son jesuitas de corazón. Por favor búsquenme también a mí”, se leía en la manta, sin embargo, los oídos fueron sordos y los ojos ciegos, la súplica fue ignorada como lo ha sido todo este tiempo.

Pamela no formaba parte del gremio religioso, pero era una joven con una vida por delante, con sueños por cumplir y con dos hijas pequeñas a las cuales cuidar. Era, es, una mujer que al igual que cualquier víctima, merece justicia.

¿Dónde está Pamela Portillo?

Grabaciones de militares dicen que el cuerpo estaría en el cerro Coronel; después que un hijo se ausenta ya no se vive, se sobrevive: madre

Pamela Leticia Portillo Hernández tenía 22 años cuando desapareció el 25 de julio de 2010. El pasado lunes se cumplieron doce años en los que ella ha estado lejos de su familia, como ha sido desde esa madrugada de domingo cuando fue privada de la libertad y posteriormente desaparecida. Hasta hoy no hay rastro de su paradero pero tampoco indicios de que la Comisión Estatal de Búsqueda haya hecho algo para encontrarla.

Pamela forma parte de las 3 mil 358 personas que desaparecieron en el 2010 y de las 165 que aún permanecen en el mismo estatus tan solo de ese año, según información de la Dirección de Estadística Criminal obtenida a través de la unidad de transparencia mediante oficio FGE-5C-5.2/2/0114/2020.

Dicho documento establece que en el lapso de 2006 a 2019 desaparecieron 30 mil 850 personas y de ellas, 2 mil 910 aún seguían desaparecidas. Pamela, quien además de trabajar estudiaba en el CBTIS los fines de semana, continúa hasta hoy como parte de esa estadística.

Sin embargo, la joven es también víctima del abandono oficial y la “desaparición administrativa”, ya que, de acuerdo con declaraciones hechas por su madre el expediente ya no se revisa y en su momento, la Comisión Estatal de Búsqueda –CEB- argumentó no tener recursos para buscarla.

Y es que el caso de Pamela está también registrado en la Fiscalía General de la República –FGR- como desaparición forzada y según Lourdes, la agente del Ministerio Público de dicha dependencia le informó que la CEB le había reportado un rastreo en los cerros coronel y grande de la ciudad de Chihuahua, mismo que nunca se llevó a cabo.

Aunado a lo anterior, hay material que la madre de la víctima ha aportado a la autoridad pero esta ha hecho caso omiso de ellos, como es un audio enviado por un elemento militar a la familia donde se asegura que el cuerpo de Pamela está en el cerro Coronel.

Dicho militar le envió el audio a la tía de Pamela y este se le entregó a la FGR, pero no hicieron nada. No hubo rastreos ni búsquedas por lo que su madre optó por acudir sola al lugar a pesar de los riesgos.

Lourdes dice que la búsqueda de su hija es lo único que la ha mantenido en pie y le hace seguir respirando la esperanza de encontrarla con vida. Una esperanza que se niega a morir aunque todos los días la maldad insista en ello.

Decir que este tiempo ha sido difícil, sería una burla porque no hay un solo día en el que la madre no recuerde a la hija y las dos hijas no añoren a su madre. Cada hora de los cuatro mil trecientos ochenta días transcurridos desde la última vez que habló con ella por teléfono, es como estar muriendo a cuentagotas.

¿Cómo se vive con algo así? “no se vive, se sobrevive, haces lo que tienes que hacer pero ya no es lo mismo. Hace doce años que Pamela no está y es como si yo me hubiera ido con ella”.

La orfandad inversa y forzada le ha dado fuerza a Lourdes por eso, asegura, no hay miedo a nada ni a nadie a pesar de las palabras, las amenazas directas o veladas, de las balas y los señalamientos porque “cuando pierdes a un hijo así, de esta forma, pierdes el miedo a todo, el único temor que tengo es morirme sin verla de nuevo, sin saber dónde está”.

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