La hermanastra fea
-La autodestrucción con disfraz de perfección belleza
Salud Ochoa
La búsqueda de la perfección es inherente al ser humano. Querer alcanzar el arquetipo de la belleza física ha dado pie al desarrollo de experimentos, prácticas y avances médicos que redundan en la satisfacción de una necesidad por parecer perfectos ante los ojos propios y de los demás.
Pero, sin saberlo quizá, mientras más se intenta alcanzar la perfección se va cayendo en lo opuesto a esta y posiblemente en la autodestrucción.
¿Qué somos capaces de hacer para conseguir la belleza? ¿Hasta dónde puede llegar la ambición de una persona por esa perfección? ¿Qué es la perfección misma? ¿Cuánto estamos dispuestos a pagar por tener un rostro o un cuerpo perfecto? ¿Vale la pena arriesgarlo todo por la belleza?
Todas estas preguntas rondan en la cabeza después de ver la película “La hermanastra fea”, una reinterpretación de la historia de Cenicienta narrada desde la perspectiva de Elvira, la hermanastra que busca, a toda costa, casarse con el príncipe guapo, inalcanzable y particularmente millonario.
Elvira (interpretada por Lea Myren) sueña con llegar hasta el joven con título de la realeza y para ello, hace todo lo que su madre le dice con la esperanza de mejorar su aspecto físico.
Su sueño quizá es encontrar el amor, el de su madre es el dinero.
Contada de una forma oscura, satírica, la película ambientada en el siglo XIX, evidencia el grado de necesidad que el ser humano tiene por la aceptación social, pero especialmente maternal o familiar.
Elvira es poco agraciada físicamente y está dispuesta a hacer lo impensable para mejorar su rostro y su cuerpo, aunque esto signifique mutilación, dolor y pérdida.
A través de la historia de los hermanos Grimm, la directora Emilie Blichfeldt hace una crítica dura y real al sistema social que exige cumplir con estándares de belleza casi inalcanzables para poder encajar.
Hay una tiranía que obliga. Se es o no se es bella.
Tener una piel linda, una nariz respingada, dientes perfectos, pestañas largas y rizadas, cabello brillante y cuerpo delgado son, por decir lo menos, el mínimo necesario que la sociedad exige a las mujeres. Menos de eso es simplemente inaceptable, inadaptado.
Elvira acepta someterse a la tortura de una fractura de nariz, la costura primitiva de pestañas postizas en sus párpados vivos y sensibles, y la ortodoncia no menos primitiva y no menos dolorosa.
El extremo del horror llega, cuando la joven acepta la ayuda de una mujer dedicada a “preparar señoritas” para el gran baile del príncipe; esta le entrega un huevo transparente donde se desarrolla una lombriz. La joven debe tragarla y permitir con ello que el parásito se desarrolle en su interior y la engulla.
El cuento de hadas se convierte en un espejo grotesco de la realidad que se vive en el mundo. Una realidad que obliga a las mujeres a ser bellas a costa de su salud y en ocasiones de su propia vida.
Ponerse implantes de silicona en los senos, inyectarse ácido hialurónico, toxina botulínica o cualquier otra sustancia; retirar la grasa del cuerpo, estirar la piel al extremo, engrosar los labios, tatuar las cejas o el color de ojos, agrandar los glúteos hasta lograr dimensiones grotescas, traspasarse la piel con agujas o con hilos, implantarse cabello o arrancarse los dientes para en su lugar, colocar piezas blancas, brillantes y sin defecto alguno.
Pareciera una lista de supermercado; en realidad es un listado de agresiones auto infligidas en pos de un arquetipo inexistente.
La película estremece, pero no más de lo que a diario se escucha en los noticieros o se lee en las páginas de internet.
Ejemplo de ello es la muerte de una adolescente de 14 años, ocurrida el pasado 20 de septiembre de 2025 en un hospital de Durango, tras complicaciones derivadas de una cirugía estética.
La joven fue intervenida el 12 de septiembre por un médico, pareja sentimental de su madre. Tras la cirugía, la menor de edad sufrió un paro cardiorrespiratorio que derivó en edema cerebral, inducción al coma e intubación endotraqueal.
Posteriormente falleció.
La Asociación Mexicana de Cirugía Plástica, Estética y Reconstructiva (AMCPER) informó que ha iniciado una investigación formal tras el fallecimiento de la víctima.
En este escenario, el pasado 29 de abril la AMCPER organizó un foro denominado “Cirugía Plástica: Impacto del Intrusismo como Problema Emergente de Salud Pública”, con el objetivo de visibilizar las consecuencias fatales del ejercicio ilegal de la práctica de cirugía plástica por personas sin formación ni certificación profesional.
El “intrusismo médico”, dicen los expertos, es un fenómeno alarmante ya que, actualmente se calcula que, en México, por cada cirujano plástico certificado, existen hasta 20 individuos que ofrecen procedimientos estéticos sin contar con los conocimientos ni credenciales requeridos, poniendo en peligro la salud y la vida de los pacientes.
Más allá de las prácticas ilegales o la suplantación de profesión, está la reiterada necesidad de las personas por la aceptación social, que deriva en la disposición a ponerse en manos inexpertas, pagar cualquier precio establecido o aceptar cualquier tipo de riesgo con tal de tener una apariencia más apegada a lo que se considera bello.
Así pues, La hermanastra fea muestra, entre el terror y la risa, un proceso de transformación brutal que incluye macabras cirugías estéticas, dietas extremas y un zapato mágico que promete una vida dorada solo si se está dispuesta a cortarse los dedos de los pies para calzarlo.
El rostro deforme de la joven, nos obliga a repensar qué es lo que estamos dispuestos a hacer ante las presiones externas y a repensarnos como individuos: qué queremos ser y hasta dónde estamos dispuestos a llegar para lograrlo.


Fotos: tomadas de internet