La Vegetariana: una metamorfosis o un acto de resistencia
Salud Ochoa
Resistir. Quizá sea el verbo indicado, quizá no. Pero al hablar de la violencia contra las mujeres se abre un abanico de posibilidades en infinitivo: controlar, sobrevivir, creer, llorar, callar, atacar, gritar, morir.
Morir un poco cada día mientras atacas a tu cuerpo en silencio porque crees que es la única forma de controlar lo que te ocurre. Mientras lloras sin lágrimas, sabes que la supervivencia está en gran medida en las manos agresoras, pero también depende de ti.
Han Kang (Corea del Sur, 1970) nos deja una novela estremecedora, por decir lo menos, ante la cosificación y el desprecio a la mujer. La historia se desarrolla en Seúl, pero podría ser en cualquier país del mundo; en Sudamérica o en Europa, en África o Estados Unidos, la realidad es que, a pesar de los supuestos “grandes avances” en la lucha por la libertad y el bienestar de las mujeres, aún estamos en un estado de precariedad, que cada día deja miles de víctimas.
La historia de Yeonghye, quien durante años ha sido la esposa diligente y discreta que su marido necesita, es una realidad que avasalla. Sin atractivos especiales o defectos particulares, esta mujer de mediana edad simplemente cumple los requisitos necesarios para que su matrimonio funcione sin sobresaltos.
Así lo dice el hombre que “la escogió” como esposa y que durante años se ha concretado a vivir su propia vida sin importarle la de la mujer que está a su lado.
Todo cambia cuando las pesadillas -brutales y sanguinarias- empiezan a despertar a Yeonghye por las noches, y repentinamente siente la imperiosa necesidad de deshacerse de toda la carne guardada en el refrigerador. A partir de ese momento, la esposa impone en casa una dieta exclusivamente vegetariana que el marido acepta con molestia.
Sin saberlo, o quizá sí, este es el primer acto subversivo de Yeonghye, seguido de muchos otros que derivan en una lucha silenciosa contra una sociedad patriarcal y ultra capitalista.
La vegetariana es la historia de una metamorfosis radical y un acto de resistencia contra la violencia y la intolerancia humanas contra las mujeres.
Yeonghye es la representación de aquellas que han sido víctimas de violencia desde la infancia, en un círculo familiar donde el padre tiene la voz de mando, pero también el brazo ejecutor del castigo.
La violencia se extiende a la sociedad que discrimina y establece reglas que dejan a la mujer en evidente desventaja; a las relaciones dispares donde el hombre habla y decide, mientras que la mujer calla, acepta y obedece.
La violencia física y emocional durante los primeros años de la infancia dejan secuelas que a veces no se ven, pero perduran en el interior de quien la padeció, de tal forma que, en la vida adulta pueden repetirse patrones o bien, buscar la forma de que el dolor guardado salga a la luz.
La historia de Yeonghye es ejemplo del poder de la mente y el silencio como arma asesina. Al no poder revelarse contra sus opresores, lo hace contra su propio cuerpo, en un proceso autodestructivo que deriva en un daño físico extremo.
Podría decirse con palabras lindas que la idea de la autora es mostrar un viaje hacia la perfección, la búsqueda de una existencia más pura y despojada, más cercana a la vida vegetal, un lugar donde el poder erótico y floral de su cuerpo rompe las costumbres rígidas de una sociedad.
Sin embargo, en términos realistas, Yeonghye deja de comer carne como una manifestación primera del dolor que la acecha por las noches en forma de pesadillas. El rechazo, la incomprensión y de nuevo la violencia, la llevan a un intento de suicidio que concluye en su estancia en una clínica psiquiátrica.
Luego el abuso, una vez más, aprovechándose de la fragilidad de su salud mental. No hay erotismo por parte de la mujer, sí perversión sexual de su cuñado que ve en ella una vía para cumplir sus fantasías “creativas” del cine porno.
La vida se convierte entonces en un alud que solo disminuye la velocidad en una cama de hospital en la que yace negándose a comer y vomitando la sangre que, en sus pesadillas, veía en su boca. La novela es pues, un reflejo de esa realidad tortuosa y cotidiana para algunas mujeres; esa realidad que se convierte en el arma homicida.

