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Los monstruos no se han ido, están en cada esquina

8 de abril de 2022

Hace algunos días comencé la lectura de “El monstruo pentápodo”, novela de la escritora duranguense Liliana Blum, donde retrata de cuerpo entero a un psicópata que se oculta bajo la piel de un hombre normal, como cualquier otro que viste, calza, come y guarda secretos en el espacio íntimo que queda entre la almohada y el rostro.

La lectura es fuerte, casi hasta un punto doloroso, hay que decirlo; sin embargo, existen dentro de ese mundo plagado de crueldad, múltiples elementos que la autora toma de la realidad y los pone sobre la mesa, al alcance del lector.

La vulnerabilidad de los menores de edad ante la maldad psicópata-criminal suele parecernos un tema trillado, pero, a pesar de eso la vigencia no se pierde por el contrario está más viva que nunca. Los ogros están en cualquier lado.

Según datos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), México es el primer país del mundo en abuso sexual de menores, además, de cada 1 mil casos de abuso sexual cometidos contra este grupo de la población, solo 100 se denuncian y de estos, únicamente el 10 por ciento llega ante un juez. De ellos, solo el 1 por ciento recibe una sentencia condenatoria, de acuerdo con cifras de la OCDE.

En este escenario, imposible negar la importancia del tema.
A pesar de ello, y por comentarios recibidos incluso por parte de mujeres, madres de familia con hijos pequeños, existe la negativa para consumir este tipo de literatura bajo el argumento del “no se me antoja”, “intento evitar esos temas”, “suficiente es la vida real” o “no quiero pensar en eso”.

Surgen entonces los cuestionamientos: ¿No leer, informarse o hablar sobre un problema evitará que este ocurra? ¿Cómo se puede prevenir la incidencia de un delito si ni siquiera se visualiza? ¿El que no me pase a mi significa que tampoco le pasará a los demás? O ¿Cerrar los ojos permitirá que los delincuentes pasen de largo y no se fijen ni decidan actuar como lo que son?

“El monstruo pentápodo” nos adentra en la mente de un asesino que ante la sociedad es un ciudadano modelo: profesionista honesto, responsable, solidario y comprometido con el bienestar de su comunidad. En la intimidad, sin embargo, se permite dos placeres cotidianos: los chicles de canela y las niñas que mantiene secuestradas en su sótano.

La historia es cruda, cierto, pero no por ello deja de ser una buena obra literaria, que no solo se adentra en la mente del psicópata que pudiera ser cualquier amigo, vecino, conocido, familiar o compañero de trabajo, también retrata una realidad que viven las niñas y los niños del orbe.

La maldad está en todas partes, aún en los lugares y personas que menos se espera. El trabajo de la escritora es impecable y toca al lector valorar lo que el libro aporta. Si bien uno de los objetivos del ejercicio lector es la recreación y el disfrute –válido totalmente- también se trata de aprender y comprender el mundo en que vivimos para poder sobrevivir y ser mejores.
Los monstruos están en cada esquina, nunca se han ido.

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