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Viaje en la Escafandra

11 de junio de 202211 de junio de 2022

En los ochentas era una niña que montaba en bicicleta y recorría algunas cuadras calle abajo en horas de la tarde, cuando el sol se balanceaba sobre las últimas horas del día y el calor del desierto norteño cedía un poco.

No podía desviar la ruta de la señalética con nombre de héroe revolucionario; ir  hacia los recovecos de aquella colonia de clase media estaba prohibido, porque avanzar un metro en la dirección equivocada tenía un significado silencioso que en esos años mi mente no entendía.

Por eso la orden era siempre: hacia abajo, nunca hacia arriba.

La casa materna estaba en la calle 22ª  y en descenso podía ir hasta la calle 14ª  pero en ascenso solo a la 24a, no más. De allí en adelante todo era un misterio que solo se revelaba en voz baja y en conversaciones de adultos.

La calle 26ª era la frontera. Allí se terminaba el pavimento y el alumbrado público. Más allá, las hojas de los truenos formaban criaturas extrañas que rumiaban entre sus propias sombras y se extendían hasta el farol solitario donde se organizaban las reuniones nocturnas a orillas de las vías del tren.

Era el tiempo de las pandillas, los cholos que se vestían con pantalones flojos y camisetas de tirantes; una cadena colgada del cinto, pulseras de metal, más cadenas en el cuello, algunos con el cabello estirado a punta de laca y otros mostrando la piel del cráneo a rape. Los más osados mostraban tatuajes en los brazos, espalda o pecho, escuálidos todos.

Por las noches a veces se escuchaban los gritos furiosos durante y tras los enfrentamientos entre grupos rivales. El jefe herido a navajazos pero henchido de orgullo y casi convertido en héroe urbano, los lamentos de la damisela que lloraba a secas, sin esa lluvia de dolor que implica el sentimiento, y la corte protegiendo el entorno.

“Escafandra”, novela de César Gándara distinguida con mención honorífica en el Premio Nacional de Novela Breve “Amado Nervo” 2020, me recordó esos años, que si no maravillosos sí de grandes experiencias y descubrimiento de un mundo voraz.

Desde la primera página pude imaginar el rostro de Palomo, el joven aspirante a boxeador que hace malabares para ir al tianguis, cumplir con la patrona, entrenar en el gimnasio y enamorarse como un tonto de Thelma, hija de la doña que vende fayuca.

Uno de sus sueños era comprar la Escafandra, el “vocho” de Amelia, que decía verlo como parte de la familia pero no lo consideraba lo suficientemente bueno para ello.

A través de las páginas viajé a la vida del protagonista, a las calles, al rock pesado, a la adrenalina y el riesgo de la juventud, pero también a los sinsabores que el abandono materno significa, la necesidad de pertenencia y de sentirse amado. Los tropiezos con el amor juvenil y los sueños palpitando en el cuerpo.

Odié a El Muerto y a Natalio, los falsos amigos de Palomo, pero a veces también a él por su permisividad hacia ellos. Lo justifiqué de nuevo en la necesidad de pertenencia.  De Thelma sobra decir que me recordó a las damiselas ligadas a los pandilleros del viejo barrio, aquellas que usaban el delineador negro y el maquillaje a tope, las mismas que al paso de los meses dejaban de ser la adolescente más popular de la colonia para convertirse en “la madre soltera”, condición mal vista en la sociedad mocha del siglo pasado. La vida daba un giro brutal para ellas.

Los personajes de la novela le dieron nombre y rostro a aquellos hombres y mujeres, que en mi infancia eran seres desconocidos que se reunían de noche para marcar territorios, donde los autos compactos de la Volkswagen eran una presencia obligada.

La historia de Palomo me hizo trepar en la Escafandra, mirar al interior y viajar en el tiempo, hacia un pasado ahora remoto que persiste en la memoria como una garrapata construida de nostalgia.

César Gándara es un maestro de las letras, no cabe duda.

_______________

Escafandra

Autor: César Gándara

87 páginas

Sobre el autor:

Narrador y guionista nacido en Guaymas, Sonora, en 1971. Estudió Letras Españolas en la Universidad Autónoma de Nuevo León y una maestría en Literatura Comparada en la Universidad de Barcelona.

Es autor de los libros: La joroba de la bestia, Sombras del vacío, Rebelión de los fanáticos, Alguien tiene que perder y Es el viento. Escribe guiones para series de televisión y ha recibido diversos premios literarios.

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