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Viaje entre la niebla

1 de diciembre de 202113 de diciembre de 2021

La temporada otoño-invierno en Chihuahua es digna de resaltarse, la diversidad y belleza que los paisajes ofrecen a quienes recorren las diferentes rutas del estado, es impresionante. Viajar de Chihuahua a Guachochi, resulta una aventura que incluye por lo menos seis municipios donde es posible encontrar ecosistemas propios de la llanura hasta los de montaña. De tal forma que el viajero pasa de los cactus y pastizales a los bosques de pino en un lapso promedio de cuatro horas.

La ciudad de Chihuahua está ubicada en la región centro del estado, a una altitud de 1 mil 415 metros sobre el nivel del mar por lo que, para llegar a Guachochi, hay que atravesar ríos, planicies y montañas hasta alcanzar una altura de 2 mil 400 metros.

La mañana del 27 de noviembre emprendimos el viaje bajo el frío ocasionado por la primera tormenta invernal de la temporada. La carretera aún estaba húmeda por la lluvia registrada el día anterior, sin embargo, lo más impactante era la capa de niebla que se cernía sobre nosotros y que debido a la densidad no permitía una visión mayor a los 20 metros hacia adelante. El tránsito era lento, pero la emoción ante los caprichos del clima y la naturaleza, enormes.
Tras salvar los primeros 30 kilómetros en la ruta Chihuahua-Cuauhtémoc, llegamos a la comunidad de Santa Isabel, ubicada en las inmediaciones del río del mismo nombre y donde la niebla daba una tregua. Luego unos minutos más de recorrido para tomar la carretera hacia Belisario Domínguez, a 85 kilómetros desde la capital.

La tregua con la niebla se rompió en definitiva y el camino se volvió un tanto complicado debido a la presencia de algunas curvas ligeras, así como de vehículos que transitaban en ambos sentidos. Sin embargo, el escenario se sentía digno de una película de misterio, enmarcada en el invierno de cualquier país de Europa del Norte.

El tránsito desde Belisario Domínguez hasta Nonoava -pasando por San Francisco de Borja- fue lento. El ascenso hacia la parte alta de la sierra tarahumara empezaba. Curvas en ascenso y descenso entre las formaciones rocosas atravesadas por la mano del hombre.
El sol empezaba a ganarle la batalla a la niebla mostrando su poderío al atravesar la capa blanca que poco a poco iba dando paso -o fundiéndose quizá- con los rayos luminosos del astro rey. Minutos más tarde la batalla quedó definida. El sol ganó.

Luego de una breve parada en Nonoava, aparecieron ante nosotros las curvas pronunciadas de una carretera solitaria, donde el mayor reto era evadir los baches constantes localizados casi de manera continua en el tramo que lleva a Norogachi. El ascenso continuaba y desde lo alto era posible observar algunos ríos y arroyos con escurrimientos ocasionados por las lluvias recientes.

El bosque iba modificándose desde especies de transición -encinos y matorrales- a los primeros pinos. Estábamos en la sierra. Poco a poco las postales cambiaron, atrás quedaron las curvas y apareció ante nosotros una carretera recta bordeada por ambos lados de pinos enormes conformando un muro natural de color verde oscuro. Más allá de ellos los aserraderos, las pequeñas rancherías indígenas, siembras de maíz en el ocaso, animales domésticos, niños jugando entre la hierba seca y el frío. El frío que nos hacía sentir que estábamos en lo alto de la tarahumara. Finalmente habíamos llegado.

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