Virus
Por Jesús Chávez Marín
Hace un año llegó a mi cubículo un amigo hecho una furia:
―¿Qué pasó, Chávez, por qué escribiste tantas mentiras de mí?
―No sé de qué me hablas ―le dije―, de ti no he sacado ni mentiras ni verdades.
Entonces me enseñó en su celular mi propio blog de Facebook, o lo que parecía serlo. Y sí: venían un montón de barbaridades contra él, contra su administración de una oficina de gobierno; hablaba de viajes suntuosos, omisiones graves y acciones culpables, calumnias firmadas por mí, con mi foto de perfil y la misma portada de mi blog verdadero.
Al leer el de mi plagiario, me di cuenta que había funcionado algunos meses; el amigo que llegó a mi cubículo no era el único agredido por mi suplantador, sino otros más, tanto en las publicaciones como en los mensajes del in box, todo con mi nombre.
Esa misma tarde presenté una denuncia en la Procuraduría General del Estado, en las intimidantes oficinas del Canal. Una agente del ministerio público escribió la hoja tamaño oficio donde se contaban los hechos con detalle. No me atreví a decirle, sin pruebas en la mano, que yo tenía un sospechoso.
Por esos mismos meses había yo publicado una reseña crítica, muy crítica, contra una poeta local que había andado por la vida con una vanidad inflada bastante molesta, producto del clásico cultivo yucateco de los bromistas y de los ignorantes. En vez de que me llegaran de sus fans respuestas con argumentos, llegó a mi in box un mensaje agresivo de un tipo que se llama Jorge Benito:
Te vas a arrepentir, vejete de cagada. Ya sé dónde dizque trabajas, te voy a partir la madre.
Se me ocurrió la mala idea de contestarle:
Aquí te espero, puto.
Y zaz, que me denuncia en el Facebook, a pesar de que la grosera conversación fue en privado, por Messenger. Me suspendieron quince días por publicar insultos.
El tipo nunca llegó a ponerme la golpiza anunciada. Lo que sí empezó a pasar fue que aparecían mensajes raros en mi cuenta, firmados por mis amigos contra mí o de mí contra ellos. Mi amiga Sara Contreras me advirtió: “Te hakearon la cuenta”. Y no le hice caso. Me parecía demasiado exótico para mi modesta presencia electrónica, eso nada más les pasa a los famosos.
En el Google el tal Benito aparece como un personaje atrabiliario: se presentó en Mérida como doctor en física y asesor de Jaime Maussan. Un compañero suyo subió de inmediato una nota preguntándole que de dónde salió doctor, si nunca pasó del primer semestre de la licenciatura en una universidad de Durango. Luego, de la nada, salió que ahora es novelista de ciencia ficción, con un currículum impresionante e imaginativo lleno de premios internacionales. Lo que sí me preocupó es que tomó un curso casero de computación, pero luego me di cuenta de que no se necesitan grandes conocimientos digitales para suplantar una cuenta: basta copiar y pegar.
Nunca me pude quitar la duda de si mi sospechoso era culpable o era yo solo un malpensado, porque la Procuraduría no investigó ni papa. La intriga sigue, porque ahora salió en el Youtube un video con mi foto y les ha estado llegando a algunos de mis contactos. Cuanto intentan abrirlo, los filtros les dicen que se trata de un virus de Babonoyaba.
